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La Comunidad de Santa Bea

Fin de semana de fe y arte

Actualizado: 23 oct 2022

Convivencia parroquial en la provincia de Cáceres


Con gran puntualidad, a las cinco y cuarto de la tarde del viernes 14 de octubre, el autocar recogía en la calle Sefarditas a los viajeros de Leganés. Ya venía en él nuestro párroco D. Ignacio con su madre; también el Vicario Parroquial de San Nicasio, D. Leónidas, junto a cuatro peregrinos de esa parroquia. Los veinticinco viajeros de Santa Bea salíamos hacia Móstoles, donde se iban a unir otros diez participantes. El fin de semana prometía un tiempo esplendoroso y las carreteras de Madrid bullían de coches, así que se hizo lenta la salida hasta coger la carretera de Extremadura. Tras una parada que todos agradecimos, pasado Talavera, llegamos al hotel Ciudad de Plasencia a la hora de cenar. Quedamos encantados con el buffet variadísimo con el que nos deleitarían hasta el domingo. Para nuestra sorpresa, después de acomodarnos, pudimos bajar a la discoteca donde nos hicimos dueños de la pista. La verdad es que el grupo gallego con el que compartíamos el hotel no estaba para muchos trotes. Más de una demostró maestría en el arte del bailoteo, pero quien más disfrutó fue la benjamina de nuestro grupo, que tenía energía para toda la noche.

Al día siguiente tocó madrugar porque a las nueve teníamos que estar en el Convento de las Dominicas para la misa. Su capilla es una preciosidad de templo de una nave, con pequeños retablos barrocos en los laterales y un arco arco triunfal marcando el altar y el recoleto retablo mayor, dedicado a Anunciación y coronado por la Virgen del Carmen. El mejor entorno para celebrar la Fiesta de Santa Teresa de Jesús. Algunas religiosas dominicas compartieron con nosotros la Eucaristía y después pudimos conversar un rato con ellas. La Comunidad se ha renovado con siete religiosas procedentes de la India, que forman el Convento junto a las cinco españolas que quedan.

Con la misa oída, salimos hacia la plaza de la catedral de Plasencia, donde a las diez teníamos entrada guiada a la Exposición de las Edades del Hombre. Los placentinos todavía no se desperezaban, pero en nuestro recorrido encontramos a la Policía municipal vestida de gala, la guardia civil, un par de maceros de la Corporación, gente muy trajeada y canónigos de filectata. La ciudad parecía el plató donde se rodara una película histórica. Todos caminaban hacia la misma plaza que nosotros porque frente a frente con la fachada de la Catedral está el Palacio Episcopal, donde esperaba el sacerdote Ernesto Brotons, a punto de salir para ser ordenado obispo, el nuevo Obispo de Plasencia. Cómo la catedral se la habíamos tomado prestada para la exposición, la ordenación se hacía al aire libre en la plaza de San Nicolás.


El tema de las Edades del Hombre de este año es Transitus, y el relato discurre narrando diferentes "pasos", las fronteras territoriales y temporales, los cambios de concepción religiosa y el mismo paso del hombre a la muerte y la vida eterna. Las piezas de arte de este año son casi todas de la provincia de Cáceres.


Al salir de la Catedral nos esperaba Montaña, la guía turística que nos enseñó durante dos horas todos los palacios, balcones y rincones históricos de la ciudad. Su explicación fue magistral pero quedamos extenuados cuando a la una y media nos dejó para que pudiésemos volver a comer al hotel. Pero antes pasamos por el pequeño torno de las Dominicas donde nos proveímos de un montón de pastas y dulces.



Tras la comida y el descanso, salimos hacia Coria, para visitar también la Catedral y la ciudad. Allí nos esperaba otra guía, Aroa, que nos contó todos los secretos de la antigua sede episcopal, fronteriza con Portugal. A la catedral pudimos entrar de milagro, porque tuvimos que esperar a que finalizara un funeral por un sacerdote fallecido que presidía el obispo. Mereció la pena esperar para contemplar la gran nave gótica de la Catedral, venerar el mantel de la última cena y ver el precioso balcón plateresco desde el que en tiempos antiguos se exponía el mantel a los peregrinos que transitaban por la Ruta de la Plata.

Volvimos al hotel, ciertamente cansados de tanto arte, pero muy contentos. Cenamos, y esa noche no hubo discoteca, por lo que algunos sacaron fuerzas para un paseo nocturno por la Ciudad de Plasencia, que teníamos en el grupo una guía excepcional que conocía la ciudad al dedillo.


El domingo también fue un día madrugador porque teníamos que salir hacia el Santuario de Guadalupe, donde a las diez estaba concertada la visita guiada y la misa. Las curvas de la carretera las sobrellevamos, pero acabamos todos mareados de escuchar la retahíla de chistes inocentes que contaba D. Ignacio. Nos retrasamos pero a las once entramos para ver los tesoros de la Virgen y las salas del antiguo convento jerónimo, ahora cenobio franciscano. La misa fue en la Sala Capitular Jerónima. Todavía tuvimos tiempo para rezar ante la imagen de la Patrona de Extremadura, tomar un aperitivo, y acudir al restaurante donde teníamos preparada una comida típica extremeña: morcilla, migas y caldereta. La morcilla estaba exquisita, las "migajas" ─que decía D. Leónidas─ no valían mucho, y la caldereta era tan abundante como salada, así que recogieron los platos como si no hubiéramos comido. Pero todos contentos, porque con lo bien que habíamos desayunado, íbamos sobrados.


A las cinco de la tarde salimos de regreso a Leganés, tras un fin de semana muy completo en el que la convivencia entre todos fue extraordinaria, tres días de fraternidad, alegría, caminatas, arte y fe.




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