Testimonio de vida!
El pasado domingo celebramos el día del Seminario diocesano de Getafe. Para la ocasión nos acompañó José Luis "Joselu" quién nos mostró su jovialidad y pureza de fe en su camino hacia el sacerdocio.
A continuación presentamos su testimonio.
"Celebrar el día del seminario siempre es un gozo y una alegría. Este año he tenido la suerte de poderlo celebrar en vuestra parroquia de Santa Beatriz de Silva. He de decir que me he sentido muy acogido y respaldado por vosotros, y por ello doy muchas gracias a Dios al ver que no estoy solo en mi camino vocacional.
Ver el rostro de una pequeña parte de las personas que ayuda a nuestro seminario es impresionante. Como contaba en las predicaciones de las misas en las que he estado, tuve la suerte de que el Señor me mostró Su voluntad cuando yo era muy pequeño y tan solo tenía 8 años, cuando Él mismo, por medio de un cura, me invitó a ser su servidor en el altar siendo monaguillos (ahí radica la importancia de cuidar la pastoral de estos niños, que a simple vista parecen que no dan fruto, pero si se les cuida y apoya, luego lo dan en abundancia).Yo estaba muy seguro y muy contento de mi vocación y quería amar al Señor por encima de todo, aunque en mi pequeña cabeza de 8 años no lograra comprenderlo todo acerca del sacerdocio.
Al llegar la etapa de la adolescencia y descubrir mi natural atracción por las chicas, mi vocación se nubló y se enturbió un poco; dejé de ser monaguillo y me alejé de todo aquello que había vivido, y pensé que el Señor se había equivocado conmigo. Pero como le pasaba a la samaritana, por muchas novias que se tengan y haya muchas chicas sobre la faz de la tierra, si el Señor llama y toca el corazón, su llamada es siempre más fuerte que todo lo demás y termina por reafirmarse más que antes. Y esto me pasó en un campamento en el 2013 con 15 años, cuando el Señor me dijo: “Soy yo, el Mesías, el que te habla” (Jn 4, 26.) Y este hecho cambió mi ser por completo para siempre, al redescubrir el que siempre fue y será el Amor de mi vida. Y a partir de ahí, el corazón se vuelca del todo en Él, y ya no existe nada más en el mundo que no sea ÉL. Se empieza a cuidar la misa, los sacramentos, la dirección espiritual, en definitiva, todo aquello que sea del Señor. Se encuentra también un gozo especial en todo lo que el Señor pone en la rutina. Pero Jesús también se encarga de ir poniendo cada cosa que te ha dado en su sitio y de irlo afianzando con su Palabra y su fidelidad, para que mi llamada no se convierta en un mero fervor pasajero. Y así pasaron los 3 años de fidelidad, de ir dando pequeños pasos, de ir aprendiendo a rezar, aprendiendo a cuidar de Él, de ir conformando mi vida poco a poco con la suya, hasta que este septiembre de 2106 entré en el seminario, lo cual ha sido la decisión más gozosa y feliz que he tomado nunca.
El seminario es lo que Jesús hacía con sus apóstoles :”Después subió al monte, y llamó a los que él quiso; y vinieron a él. Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar” (Mc 3,13-14)
Y esto me parece lo más importante del seminario. Jesús llama a los que Él quiere, siguiendo su criterio y no los del mundo, porque para eso es Dios. Tras esta llamada, los que le queremos seguir vamos con ÉL, y Jesús nos lleva al seminario ni más ni menos , que a estar con Él, vivir con ÉL, y prepararnos para que algún día, nos envíe a predicar y a ser presencia viva de Él en este mundo tan necesitado de su Amor y de su Redención. Que jóvenes como yo decidan seguir con esta radicalidad a Jesús y a su evangelio se debe a que, un día el Señor nos tocó el corazón y nos llamó para que fuésemos como ÉL y seamos para ÉL. Y cuando descubres que en esta vocación está en juego tu vida y tu salvación, y que tu vida vale ni más ni menos que la sangre de Cristo muerto en la cruz, te das cuenta de que tienes el deseo de entregarte del todo a Él y de que todo tu amor, toda tu capacidad de amar, la pones a su servicio y al de su Iglesia, aunque te cueste la vida y tengas que llevar muchas cruces, porque en la cruz está el Señor con nosotros y detrás de la cruz, siempre está la gloria de la Resurrección. Y para acabar me gustaría hacer 2 cosas.La primera dar las gracias a toda la parroquia por el recibimiento que he tenido, en especial al padre Pablo. Tened por seguro que el Señor os recompensará.Y segunda cosa: para que gente como yo y como mis hermanos seminaristas estemos donde hoy nos encontramos, hace falta la oración de mucha gente, para que el Señor conceda fortaleza a los que está llamando y fidelidad a los que ya ha llamado. Por ello mi último deseo es que recéis por mí, por mi vocación, por todo nuestro seminario, por todos los sacerdotes, y por aquellos a los que el Señor llama pero no se atreven a seguirle para que el Señor pueda ser conocido en el mundo entero.
Contad también con mi oración sincera y espero que nos podamos ver pronto, para que sigáis viendo el trabajo y las maravillas que Dios hace en su Iglesia a través de vuestra oración. Mil gracias por todo de nuevo. Un fuerte abrazo en Cristo resucitado.!!!!!!
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